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    • AdminDani

      SOBRE LAS CITAS   23/01/16

      Chic@s, quería llamaros la atención sobre una cosa que vengo observando se repite contínuamente: las citas. Veo gente que hace citas pequeñas y otros enoooooooormes. Esto es un foro y desgraciadamente tiene un límite de capacidad con lo cual, al citar grandes textos o hacerlo contínuamente, el espacio se va reduciendo lenta pero inexorablemente y deberíamos volver a cambiar de lugar en cuanto la capacidad estuviese completa, pareciendo nómadas en vez de foreros. Yo os quisiera proponer unas pocas normas sencillas pero efectivas: 1. Si se han de citar las palabras de alguien, se citan pero tomando sólo esa frase que nos interesa destacar. Como cuando se hace una cita se puede borrar el texto que no interese...se borra respetando los QUOTE y quedará más pequeña consiguiendo dos cosas: que se lea más fácilmente el mensaje y que se centre en el asunto que desea destacar quién la hace. Hay alguien que se lea la cita?? Si es corta se le echa un vistazo pero si es larga simplemente se lee la frase nueva porque lo citado ya lo hemos leído antes. Si no se tiene habilidad para respetar los QUOTE, simplemente se copia la frase a destacar y se pega en nuestro mensaje utilizando esa especie de "bocadillo" que hay junto al arbolito de insertar fotos, pues para eso sirve. 2. Si deseáis responder al que acaba de escribir, no hace falta citar creo yo, pues los mensajes salen seguidos pero como puede dar la casualidad de que mientras se esté escribiendo el mensaje alguien se nos adelante y el suyo salga antes que el nuestro, propongo que se diga directamente: Para Fulanito (el citado), y a continuación lo que se le quiera decir. Las citas son interesantes y para eso están pero por favor, limitadlas cuando y cuanto podáis porque si todos citamos cada mensaje que sale (como está ocurriendo últimamente) este foro se nos saturará antes de lo que pensamos, y más teniendo en cuenta que cuando se emita el programa cien de nuestra Koko en Hispanoamérica..... puede que haya una avalancha de nuevos foreros como ocurrió cuando se emitió aquí en España. Si colaboramos todos un poquito, tenemos foro para rato y además, a primera vista queda como más limpio también. Gracias por vuestra atención, el Staff.

morgaana

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Mensajes publicados por morgaana


  1. Que bonita semblanza de un edificio en ruinas. Muy bien

    La Carta

    Hoy cuando salí del hospital y subí al coche miré por el retrovisor y vi unos ojos reflejados en

    él. Al principio no los reconocí, eran dos sombras negras que reflejaban dolor, y los míos, tu lo

    sabes por que siempre me lo dices, son alegres con una chispita de malicia.

    En ese momento decidí que no volvería al hospital, no me sentía capaz de soportar la visión de

    tu cuerpo tumbado en la cama con los ojos cerrados y esa babilla que resbala por la comisura

    de tu boca. Sólo volvería cuando me llamaran para decirme que al fin te habías ido.

    Al llegar a casa me di una ducha y fui hacia la cocina para comer algo rápido y ponerme a

    trabajar toda la tarde, así mantendría la cabeza ocupada. En el camino pulsé el contestador del

    teléfono y una voz desconocida habló agitada.

    Era del hospital y me decía que el doctor Díaz quería hablar urgentemente conmigo. Al oírlo

    pensé aliviado que habías muerto, así que me vestí sin prisa y volví a la calle.

    Cuando entré al despacho, el doctor se levantó de la silla con una emoción extraña reflejada

    en el rostro, que no comprendí hasta que habló.

    Me dijo que tenía que comunicarme algo inesperado, y yo, sin poder contenerme le pregunté

    que si habías despertado. Él me miró asombrado y me contestó que no, que los resultados

    de tu última analítica mostraban que estabas embarazada.

    En ese momento recordé aquella noche en la que David y Carlos se empeñaron en que fuera a

    cenar con ellos, y que cuando me dejaron regresé al hospital y el silencio, la soledad de tu

    habitación y las copas de más que llevaba hicieron el resto.

    Mientras yo pensaba en ello, el doctor me hablaba y unas palabras hicieron que abandonara

    mis recuerdos, me decía que no me preocupara, que en estos casos el aborto terapéutico

    estaba permitido.

    No le respondí, quería decírtelo a ti primero, así que me vine a tu habitación y comencé a

    escribirte esta carta.

    Sólo me falta decirte que te quiero y que se que estás contenta porque vamos a tener un hijo.

    ¡Ojalá que sea una niña para llamarla como tu! Vendremos a verte todos los días y ella te

    querrá tanto como yo.


  2. :congrats: SErravax y jotauve. Muy buenos los dos.

    Os dejo algo más...como diría yo...ligero

    Cuando Dios me miró de esa forma, me juré que jamás en mi vida le volvería a dar motivos para ver de nuevo esa mirada. No cupieron excusas ni llantos arrepentidos. Sólo la mirada y su dedo mostrándonos la salida.

    A Eva no parecía importarle nuestra marcha del Edén, caminaba extasiada contemplando el nuevo mundo que se abría ante nuestros ojos y se hacía la sorda a mis lamentos. Sólo cuando el sol desapareció para dejar paso a la luna, se acercó a mí para preguntarme donde pasaríamos la noche.

    -Pregúntale a tu amiga, la sierpe-Le dije con rabia.

    -Es una pena pero en cuanto salimos del Paraíso se fue en dirección contraria, y estoy pensando que quizá habría sido mejor que me fuera con ella que contigo-Me contestó mirándome con desprecio.

    Era nuestra segunda discusión en nuestra relación de pareja, la primera fue la cuestión de la manzana, aunque duró poco, me dejé convencer muy fácilmente ya que yo también deseaba precisamente esa manzana pero no se lo confesaría nunca. Así siempre tendría un motivo para echárselo en cara.

    Seguimos andando y discutiendo hasta que vimos una pequeña cueva a donde nos dirigimos. Al llegar allí vimos que era lo suficientemente grande para dormir en ella, aunque no tanto para hacerlo por separado. Así que olvidando nuestro enfado, nos acurrucamos y mientras el sueño hacía caso omiso de nosotros, mis manos comenzaron a jugar con el ensortijado cabello inferior de Eva. Era extraño, en el Paraíso nunca me fije en que nuestros cuerpos eran diferentes y tampoco la vara que poseía justo entre mis piernas había tomado la posición de aquel momento. Estaba asustado y no sabía qué hacer para que recobrara su estado y se lo dije a Eva. Ella curiosa como siempre la tomó entre sus manos y en ese momento yo pensé que moría. Pero estaba equivocado, la vara volvió a su posición y aliviado uní mis labios a los de ella y mis manos resbalaron por su cuerpo y encontraron una pequeña rendija húmeda y caliente en la que nunca había reparado.

    Eva tomó de nuevo mi vara y me dijo-Tal vez tenga frío. La meteré aquí que está calentito.

    Y entonces le di gracias a Dios por habernos expulsado del paraíso


  3. Son todos muy bonitos, y he recordado que yo también participé en el de Renfe del año pasado, y que tampoco me cayó nada. Os lo dejo:

    Ya viene-se dijo Fotunato mientras con los ojos cerrados, sentía en su cara el estremecimiento de los raíles; apoyándose en una mano se levantó y salió de las vías.

    Se quedó a cierta distancia de ellas, desde donde podía vislumbrar las siluetas de los viajeros en las ventanillas y a la vez sentir el golpe de aire que dejaría el paso del tren.

    Como cada día vio llegar el Avant que cubría el trayecto Madrid-Puertollano, como cada día saludó con la mano al paso del tren, como cada día dio un pequeño suspiro al ver como el tren se alejaba igual que una bala.

    Dio media vuelta y se dirigió hacia las tierras, al llegar allí se subió al viejo tractor verde y continuó su trabajo, aunque su cabeza seguía dándole vueltas al tren.

    Se preguntaba si tendría la suerte de que le admitieran en Renfe. Hacía ya más de cuatro meses que había enviado la solicitud para el trabajo de revisor. Daría lo que fuera por trabajar allí, poder viajar, conocer otras ciudades, dejar la monotonía de su pueblo y de los campos atrás.

    Miró el reloj que colgaba del salpicadero y vio que era ya la hora de comer. Apagó el motor del tractor, se caló la gorra y se dirigió hacia su casa. Sultán y Mora le esperaban en el camino; los perros trotaron alegres hasta él, y jugando con ellos recorrió el corto paseo que le separaba hasta la pitanza.

    Cuando entró los viejos ya estaban sentados a la mesa. Su padre comía sin levantar la vista del plato, y sólo dio un gruñido cuando él se sentó. La madre se levantó presurosa y trajo su plato que reposaba al calor de la lumbre.

    Empezó a comer con el runrún de la televisión que su madre contemplaba mientras comía. Al terminar su padre le preguntó-¿Cómo va el sembrao?- Ahí va, bien-respondió Fortunato., levantándose de la mesa.

    Se sentó en el sofá disponiéndose a dormir la siesta, cuando su madre que recogía la mesa, le dijo-¡Fortu, hijo, que se me había olvidao, que t’a llegao una carta!.

    Se incorporó del sofá y rasgó el sobre de la carta con premura, mientras la madre le observaba; al ver la cara de sorpresa de Fortu, le preguntó con algo de miedo-¿Qué quieren los de Renfe?¿No querrán echarnos de las tierras?

    -No madre, no se preocupe no es eso. ¡Es que me contratan! ¡Me dan un trabajo de revisor en el tren¡-le dijo el chico, levantándose y abrazándola.

    -Entonces…¿Te marchas de casa?

    -Marcharme, marcharme…. Tendré que vivir en Madrid o en Puertollano, digo yo, no sé-Fortunato miró la cara preocupada de su madre-Mire, tengo que ir a Madrid, allí ya me dirán, pero no se disguste madre, Puertollano está muy cerca…

    Fortunato estaba muy contento, en el autobús que le traía de vuelta al pueblo, leía y releía el contrato que había firmado. En quince días debía incorporarse a su puesto,¡revisor en el Talgo! Mejor que el Avant.

    Cuando llegaron al pueblo, miró por la ventanilla buscando a su madre, pero no estaba. Le extrañó que no estuviera esperando pero no le dio más importancia. Cuando llegó a su casa la puerta estaba cerrada y eso le extrañó más. Se acercó a casa de la vecina, y cuando ésta le vio, corrió a abrazarle y se echó a llorar.

    -¡Ay Fortu, hijo mío, que desgracia más grande! Le dijo gritando.

    -¿C’a pasao señá Paca?-le preguntó asustado.

    -¡Ay tu pobre padre que se l’an llevao al hospital de Puertollano! ¡Que le dio un vahído cuando estaba labrando, y no sabemos ná desde entonces!

    Fortunato salió corriendo y fue a buscar a Ramón, le convenció para que cerrara el bar y le llevara a Puertollano en su coche.

    El muchacho y su madre cogidos de la mano observaron como bajaban el ataúd, el cura daba un responso y después de recibir los pésames de todo el pueblo, bajaron la cuesta del camino del cementerio hasta su casa.

    Al llegar allí se sentaron alrededor de la mesa. Su madre suspiró y le miró-¿Cuándo te vas a ir?-le preguntó con lágrimas en los ojos.

    -No se madre. Ya veremos-le contestó Fortu sin mirarla.

    Fortunato comprueba el reloj que cuelga del salpicadero, son las doce. Mira hacia las vías del tren y ve pasar el Avant como una centella. Pone en marcha el tractor y continúa arando las tierras.


  4. El bar de la calle Siete

    Nos pasábamos el día en el bar de la calle Siete, en cuanto salíamos del instituto dirigíamos nuestros pasos a aquel garito mal iluminado y aceptablemente pringoso. El master nos recibía con un gruñido de aceptación y una coca cola para ambos.

    Normalmente agarrábamos la coca y nos íbamos al pin-ball, donde introducíamos una moneda de cinco centavos, que casi siempre, nos daba para estar jugando hasta las siete, que era la hora fijada para volver a nuestro “hogar, dulce hogar”.

    Max, el dueño del bar, era un tipo versátil, lo mismo arreglaba las cañerías, casi siempre atascadas del retrete, que te ganaba el sueldo del mes en cuatro manos de póker. Debía rondar por los setenta en aquel entonces, o eso pensábamos nosotros, que cuando se trataba de adivinar la edad de alguien, si tenía más de veinte, era considerado como un anciano. De vez en cuando contaba con la ayuda de su hija Cam, una mujer que no nos dirigía la palabra nunca, y que siempre estaba apoyada en el mostrador resolviendo crucigramas.

    Teníamos dieciséis años, la cara llena de acné y unos picores insoportables en nuestras partes bajas. Todas las mujeres nos parecían deseables, a mí, hasta la madre de Howard hacía que me empalmara, así que Cam no fue una excepción, es más, la considerábamos muy atractiva, quizá porque no nos hacía ningún caso.

    Una tarde de finales de primavera, Howard tuvo que ir al médico. Se fue renegando a la consulta, odiaba que interrumpieran nuestra aburrida monotonía y aunque entonces no lo sabíamos, a partir de aquel día, su monotonía se trasladaría a una habitación del hospital Saint James hasta que le llevaron al Good Nigth Seminary un año más tarde.

    Así pues aquella tarde me encaminé al bar de la calle siete yo sólo, un poco asustado, ya que era la primera vez que iba allí sin la compañía de Howard. Entré al bar cegado por la luz resplandeciente del final de la tarde, y cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra del local, comprobé que estaba sólo en él. Ni Max ni su hija estaban en el mostrador, y como de costumbre a esas horas, tampoco había ningún parroquiano.

    Me acerqué al pin-ball y metí la moneda de cinco, dispuesto a consumir la hora y media que me quedaba para volver a casa, cuando noté a mi lado el perfume ácido de Cam, miré hacia mi izquierda y allí estaba ella, contemplando mi forma de jugar.

    -¡Hola chico!-Me dijo sin una sonrisa-¿Y tu amigo?

    -Ha ido a la consulta del médico-Farfullé mientras notaba un calor insoportable en mi cara.

    -¡Que casualidad! Mi viejo también ha ido a que le echen un vistazo. ¿Hoy no quieres la coca?-Me preguntó mientras se dirigía al mostrador.

    -Sí, si quiero coca, por favor-Le respondí dejando que la bola se colara.

    Ella sacó una botella y la abrió, y esperó a que yo la recogiera. Me acerqué al mostrador para cogerla y volver a la máquina, pero ella me agarró la mano, y me dijo:

    -¡Anda quédate a charlar un rato conmigo! Llevo toda la tarde sola y estoy muy aburrida.

    -Cuéntame algo.

    Me disponía a contarle las mismas cosas que le decía a mi madre cuando me hacía esa misma pregunta, pero antes de que de mi boca saliera la primera palabra, ella me la cerró con su lengua. Me quedé petrificado, primero por la sorpresa y segundo por el sabor que noté en la boca cuando ella movió la lengua dentro de mí.

    La empujé y salí corriendo del bar, y seguí corriendo hasta que llegué a la sinagoga de mi barrio. Antes de entrar me detuve a pensar como contarle a mi rabino que había pecado porque ahora conocía el sabor del cerdo frito.


  5. La semana pasada vi Slugdom Millionaire(no se si está bien escrito) y coincido con opiniones anteriores. Aunque el final parezca de cuento de hadas, la peli es dura y tremenda como ella sóla. Los niños protagonistas se salen, la ambientación es estupenda, y vamos que si no llega a terminar bien, a mi me da algo.

    Y también he visto Gran Torino, y me ha encantado. Clint Eastwood boda el papel de viejo gruñón y chauvinista, con su gran corazoncito.


  6. Este cuentecillo lo escribí en homenaje a la dama de la que tomé mi nick.

    EL MAESTRO

    El maestro contempla a su concentrada alumna, que con los ojos cerrados intenta recordar todas las palabras, las mágicas palabras que conseguirán su objetivo. Despacio y casi sin mover los labios las recita:

    Pulvis astrum

    Pulvis Stella

    Infra ubera

    Travis Hummus

    La alumna abre los ojos y mira el líquido burbujeante del caldero, y después al maestro con ojos desafiantes. Él le devuelve la mirada con orgullo

    -Lo conseguiste, nunca he dudado de ti.

    -¿Estás seguro maestro? ¿Nunca dudaste de mí?-contesta ella con sorna.

    -Sabes que no, eres la mejor alumna de cuantos he tenido. Tú eres la llamada a sustituirme cuando me retire,

    -Espero que ese retiro esté aún lejano, debo aprender todavía muchas cosas de ti, maestro-Le dice ella con un deje zalamero.

    El maestro siente algo dentro de sí que no sabe definir, parece extraño que este hombre sabio no sepa si lo que enciende su corazón es amor, o quizá deseo. Su alumna es una mujer muy bella, su larga cabellera llena de rizos suaves es casi tan roja como las llamas que alimentan al caldero, unas finas cejas enmarcan el azul casi transparente de sus encendidos ojos, unos ojos que le traspasan cuando se posan en él.

    -Maestro…-Su voz es apenas un susurro. Ël se acerca para escucharla mejor, y el roce de su cuerpo le provoca un estremecimiento.

    -Dime querida- Le invita a continuar.

    -Maestro… hay dentro de mí algo que me dice que no me estás contando todo lo que sabes. ¿Temes que no sepa utilizarlo?

    -Creo que aún no estás preparada para entenderlo, sólo es eso-Le confiesa el maestro, pero se calla que tiene miedo, no a que no sepa utilizarlo sino a que el resultado no sea el correcto.

    Ella se acerca más aún, y él siente el aliento cálido que desprenden sus palabras acariciando su entrecana barba.

    -Confía en mi, por favor-le dice tomando su mano y posándola en su corazón.

    El maestro no puede resistirse y acerca su boca a la de ella, que roza levemente sus labios, y él poseído por el deseo, sucumbe.

    Reposan uno en el otro, encima de una suave manta de crin de caballo, ella suspira levemente, mientras las manos del maestro acarician su bello rostro, sus tiernos labios.

    -Y ahora, ¡Volvamos al trabajo!-Le dice la alumna sonriéndole con dulzura-¿Me enseñarás las palabras mágicas?

    Él no puede resistirse a su ruego y en voz muy baja le recita al oído el encantamiento, ella escucha atenta y se levanta rápidamente. Se acerca al caldero, toma unas hierbas de unos recipientes y comienza la letanía mientras espolvorea las hierbas.

    Mientras un humo brillante comienza a emerger del caldero, él comprende su error y nota asustado como sus miembros comienzan a paralizarse y entonces grita:

    -¡Morgana no! ¡No lo hagas!-Suplica mientras cae al duro suelo

    Desde allí inmovilizado la oye reír y con un esfuerzo supremo consigue levantar sus ojos hacia ella que le observa con una mirada sarcástica.

    -Merlín no me has defraudado, sabía que pese a tu sabiduría y a tu edad caerías presa de tu deseo. Tu reinado llegó a su fin, ahora yo soy la más grande maga en el universo, yo Morgana Le’Fay he acabado contigo y gracias a ti acabaré también con mi querido hermanastro Arturo. ¡Gracias Merlín!

    Y acercándose al postrado Merlín, deposita un beso en sus labios y con un gesto de la mano, desaparece entre una nube de humo.

    Merlín llora sin lágrimas, no por haber perdido su poder sino por ver desaparecer a la mujer que ama.


  7. Si, :wub:

    Este microrelato se me ocurrió, como indica su título, un quince de mayo. A ver que os parece

    15 de Mayo

    Isidro jaleaba al buey y empujaba el azadón, mientras miraba preocupado los negros nubarrones que empezaban a cubrir el bonito cielo de Mayoritum. Frenó al animal y se arrodilló en la tierra reseca y comenzó una plegaria al Señor:

    -Dios mío, yo te pedí lluvia para estas mis pobres tierras, pero con mesura, Señor, que estoy viendo que las nubes van a comenzar a llorar pero no lágrimas, sino ríos. ¡Apiádate de mi buen Dios!

    Y santiguándose se levantó y se dirigió hacia la humilde choza que les servía de cobijo a él y a su bienamada esposa.

    Cuando entró vio a María afanada sobre el puchero que reposaba encima de la lumbre. Se acercó a ella y posó una mano en el hombro de su mujer.

    Ella se volvió y le dedióa una dulce sonrisa-¿Ya has vuelto esposo? Hoy has dejado de laborar pronto. La cena aún no está lista.

    -No te preocupes por eso, no tengo hambre. Estoy preocupado por que el cielo amenaza con descargar toda su furia sobre nosotros. Temo que la cosecha se pierda.

    -¡Ay Isidro! ¿Pero aún no te has enterado?-Le dijo María con sorna-Tu no te preocupes, cena y vete a dormir, que la cosecha no se perderá.

    -¡Mujer como puedes estar tan segura!¿Es que acaso Dios te ha dado alguna señal?

    -Buen esposo, si alguna vez me escucharas cuando te hablo recordarías que no ha mucho encontré un artefacto mágico-Isidro la interrumpió alterado-¡Te dije que lo quemaras, es un artefacto del diablo!

    -Ya, ya-Respondió María de la Cabeza-Será del diablo pero cuando le doy a la ruedecita, una voz me habla y me reconforta, y esa voz hoy ha dicho:” Grandes nubes de tormenta cubrirán todo el cielo de Madrid, pero por desgracia todo quedará en agua de borrajas”.


  8. "Cuanto más feo, más hermoso".

    Eso me decía mi madre cada vez que me quejaba de la pelusilla que me nacía en la barbilla, y que yo me empeñaba en quitar, no con la máquina de afeitar de mi padre, sino con la cera que utilizaba mi madre para depilarse.

    Por eso cuando años después volví a su casa, tras mi operación de cambio de sexo, me dijo "¡Cómo has podido hacerme esto, ya no eres mi hijo"

    Yo le contesté "El ignorante es poco tolerante."

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    No sé si os pasa, pero yo nunca logro evitar que los restos de ceniza manchen la madera del mueble del comedor, y mira que me esforzaba, sobre todo por no escuchar la martingala de mi señora “Mira como has puesto todo de ceniza…”

    “Si es que si te hacen más guarro….”. Esas frases eran el pan nuestro de cada día, y yo ya estaba hecho a ellas, pero cuando me dijo que me dejaba, que estaba enamorada de otro y que además no fumaba, no pude resistirme.

    Disfruté como un enano quemando su cuerpo y como en el fondo soy un sentimental, me guardé parte de las cenizas y las dejé en el aparador de la entrada.

    Los de la policía científica tampoco tuvieron que esforzarse mucho.


  9. ¡jeje, muy simpático el relato1 ¿En serio se tardaba 12 horas de Galicia a Santander?

    ¡Ale, ahí os dejo uno!

    Marenostrum

    Tiró la carta por el acantilado, la vio revolotear agitada por el viento y caer con suavidad en la pequeña cala desierta. Se enfadó consigo mismo ¡Cómo podía ser tan estúpido¡¿Tanto trabajo le hubiera costado romperla en mil pedazos y dejar que se los llevará el aire?Ahora cualquier imbecil de los que iban por allí a practicar submarinismo podía coger la carta y enterarse de todo. ¡Maldita sea!

    Mientras pensaba en recuperarla vio una figura que surgía de la zona más cercana a la montaña y se dirigía hacia la orilla.

    ¡Qué no la vea! exclamó, pero la suerte estaba en su contra aquel día y vio como la figura se agachaba y recogía la carta. Se la imaginó leyéndola y sintió que le hervía la sangre. La figura dio media vuelta apresurada y volvió sobre sus pasos.

    Sabía donde comenzaba el camino que llegaba hasta la cala. Esperaría allí y recuperaría la carta. Lo malo es que para conseguirlo tendría que dejarse ver.

    Sólo había una solución. Sacó la navaja del bolsillo y emprendió el camino.

    Llegó a la pequeña cala donde aquel desconocido seguía leyendo la carta. Se acercó con lentitud por detrás, y al llegar a su altura, con un pequeño movimiento hundió la navaja en el omóplato del hombre, que únicamente exhaló un pequeño suspiro antes de caer a la arena.

    Pasó unos minutos contemplando la figura inmóvil del hombre, después se agachó y recogió la carta. Mientras volvía a leerla, las lágrimas asomaron a sus ojos y maldijo su suerte.

    Fue hasta la orilla del mar y se sentó sin importarle que las olas lamieran sus viejos zapatos. Los últimos rayos del sol cegaron sus ojos y le trajeron recuerdos de otro mar, mucho más frío que éste. Un mar cruel, traidor, asesino, como él. Un mar gélido, que les daba de comer pero que a la vez robaba lo más querido; recordó a su padre, un curtido pescador que acompañaba al maldito dios del mar desde hacía más de treinta años. Su muerte fue la que hizo que él abandonara ese mar por un país rodeado de montañas, tan frías como las aguas donde se bañaba de niño.

    Y en vez de surcar los mares viajó en automóviles de lujo, comió sobre manteles de hilo, y bebió champán en los zapatos de las zorras que su jefe le regalaba.

    Había hecho bien su trabajo, todos los trabajos que el gran mam** le había encomendado. Hasta éste último lo había ejecutado con la perfección de todos.

    Aunque había sido muy fácil terminarlo, sólo tuvo que enseñarle los dos billetes de avión para que ver en sus ojos la aceptación.

    También fue fácil convencerla de bañarse por la noche en la playa. El agua estaba aún caliente, dejaron la ropa cerca de la orilla y corrieron de la mano hasta ella. Le hizo el amor con furia al principio, para terminar con una dulzura que ella no esperaba, y después mientras descansaban en la arena, su mano recorrió su esbelto cuerpo hasta llegar al cuello, donde se cerró hasta que dejó de respirar. No pudo mirarle la cara hasta que llegó al borde del acantilado y antes de dejarla caer volvió a besar sus labios.

    La carta cayó de su bolso cuando lo lanzó al mar. Con extrañeza leyó las palabras dirigidas al viejo bastardo, la fría despedida que le dedicaba. Después la dejó caer, pero el viento caprichoso la llevó hasta aquella cala y a aquel estúpido que la recogió.

    Sin darse cuenta apartó las lágrimas de sus ojos, y se levantó. Se quitó la ropa sin prisa y se dirigió hacia las olas.

    Al entrar un escalofrío recorrió su cuerpo, el agua ya estaba fría pero no tanto como la que él odiaba. Nadó hasta que se sintió cansado, y después se dejó ir hacia las profundidades, hacía el trono donde el viejo dios le esperaba.


  10. Ehorabuena a los dos, me parece un merecido reconocimiento a las amas de casa.

    SAO PAULO

    Antón bajó del bus de un salto, la parada estaba cerca del hotel donde se alojaba y mirando de reojo a su alrededor se dirigió hacia allí. Con las manos metidas en los bolsillos y los hombros alzados hacia el cuello como un gesto de autoprotección, aceleró el paso entonando un silbidillo que pretendía ser una canción de moda.

    Sintió un escalofrío, sólo había metido en la maleta ropa de verano, era el mes de Agosto ¡Por Dios¡ ¡Cómo iba a pensar que en Sao Paulo iba a ser invierno, claro que, no era como el invierno de su pueblo, allá en Zamora, éste era un invierno más bien “Light”,- “Como las coca colas”-Se dijo para sí riéndose de su propia gracia.

    Llegó a la puerta del hotel, y se paró aprensivo, el portero de librea le miraba con gesto serio-“A ver si éste se va a pensar que soy un vagabundo”- Se acercó receloso, y masculló un saludo.-Bona Noite, señor-Le dijo el portero abriéndole la gran puerta de cristal.

    Entró a la tenuemente iluminada recepción y se dirigió al bar, no había nadie en él, ni siquiera en la barra. Se sentó en uno de los taburetes y esperó que apareciera algún camarero- Cogió unos cuantos cacahuetes y empezó a comerlos metódicamente. Rompía la cáscara, sacaba todos los manís, les quitaba la piel, y después se los metía en la boca todos juntos. Mientras partía cacahuetes pensó agradecido en su madre, si no hubiera sido por ella no podría haber hecho este viaje.

    Recordó la mañana en la que tuvo que ir al cementerio. Unos días atrás Jerónimo uno de los concejales del Ayuntamiento se había acercado a él en el Casino, y le había dicho que hacía diez años que su padre había muerto y que tenía que decidir que hacer con el cuerpo, si enterrarle en una tumba perpetua o incinerarle.

    La verdad es que Antón no había pensado en eso nunca, ni cuando murió su padre ni cuando lo hizo su madre, tres años después. Se fue a su casa con el pensamiento metido dentro de la cabeza y a la mañana siguiente se acercó al Ayuntamiento para comprar la sepultura, así sus padres podrían descansar juntos.

    Y allí estaba esa mañana, mirando como los empleados del cementerio subían el ataúd de su padre, lo abrían y le decían que se acercara para reconocer el cuerpo. SE acercó, pero no lo reconoció, sólo eran jirones de ropa y huesos.

    Se había retirado un poco dejando a los enterradores hacer su trabajo, cuando uno de ellos se acercó y le dijo que habían encontrado un paquete entre los huesos. Antón miró extrañado el paquete que le entregó y no lo abrió hasta llegar a su casa.

    Allí abrió el paquete con mucho cuidado, el papel se rompía solo con mirarlo, debajo había una bolsa de plástico, la abrió y se quedó helado. Dentro de la bolsa había billetes, muchos billetes, muchísimos billetes, y todos eran de color morado. Los contó, eran 100 billetes.

    Antón fue a hablar con el único del pueblo que sabía que no diría nada a nadie. El padre Joaquín le dijo que tenía que ir a la capital, al Banco de España para que se los cambiaran.

    Cuando salió del Banco de España, con los euros relucientes de puro nuevos, le quemaban en el bolsillo. Subió por la calle Alcalá dirección a la Puerta del Sol, el único camino que conocía, lo había hecho al contrario desde el hostal donde se hospedaba, y antes de llegar al punto 0 había entrado en una agencia de viajes y comprado un paquete turístico que le llevaría a Brasil.

    Prefería no recordar el viaje en avión y no pensar que a la vuelta le esperaba el mismo número de horas de viaje.

    Apareció un camarero que se acercó a él, y sonriendo le preguntó algo en portugués, Antón imaginó que le estaba preguntando que quería tomar y le pidió un vino.

    -Disculpe, el señor es español-le preguntó el camarero.

    -Si, si, soy español-le dijo Antón agradecido de poder entender algo.

    -Perdone el atrevimiento, pero.... no le gustaría tomar algo más... brasileiro señor?-le dijo el sonriente camarero.

    -Eh, pues no se; no se que es más brasileiro- contestó Antón.

    -Un cóctel, señor, por ejemplo, ahí uno especial para caballeros como usted.

    -¿Qué quiere decir como yo? Le dijo Antón un poco mosqueado.

    -Un caballero solitario- contestó el camarero guiñándole el ojo- Para los caballeros solitarios, el mejor cóctel es el Tropical Summer.

    -¿Y eso que es, que es lo que lleva?

    -Pues lleva Malibú, crema de leche, hielo y el ingrediente mágico, señor, zumo de maracuyá.

    Al ver la cara de sorpresa de Antón, el camarero le explicó- El maracuyá, señor es la fruta de la pasión. Gracias a él, usted verá el mundo de una forma diferente. Enseguida se lo traigo.

    Y antes de que Antón pudiera negarse salió disparado hacia el interior. Cuando ya estaba cansado de esperar y también un poco asustado, en la barra apareció una mujer con un cóctel en la mano. Se acercó meneando las caderas de una forma sorprendente y depositó la copa delante de Antón.

    -Buona noite Senhor; Seu copa- La voz de la mujer acarició los sentidos de Antón que con la boca abierta, no podía quitar sus ojos de ella.

    Antón se tomó el cóctel y luego otro más, y mientras la mujer le acariciaba con sus palabras, Antón no necesitaba traductor, y además le daba igual lo que le estuviera diciendo, seguro que tenía razón.

    Después de perder la cuenta de los cócteles bebidos, Antón abrió los ojos y se vio abrazado a la mujer, bailando en la pista del bar del hotel, no sabía lo que bailaba solo que era con ella.

    Quince días más tarde, el padre Joaquín recibió una postal con un matasellos de Brasil, en la postal solo decía- Padre Joaquín, le envío mi dirección en Sao Paulo, hágame usted el favor de decir en el Ayuntamiento que a mi madre quiero que la entierren junto a mi padre.